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  Reseñas sobre mi trabajo poético 

 

 

Sergio Ramírez
(escritor nicaragüense, Premio Cervantes, 2017)

 

 

PALABRAS PARA YOLANDA

       Desde Rubén Darío Nicaragua ha vivido la poesía como un fenómeno cultural orgánico, con descollantes generaciones de escritores en distintas épocas, desde el postmodernismo, con el trío formidable que forman Salomón de la Selva, Alfonso Cortés y Azarías H. Pallais; al movimiento de vanguardia que encabeza José Coronel Urtecho y del que forman parte, entre otros, Pablo Antonio Cuadra y Joaquín Pasos; a la post vanguardia, con Ernesto Cardenal y Carlos Martínez Rivas.

 

      Y de allí hasta la segunda mitad del siglo, cuando las mujeres comienzan a dominar el panorama con nombres como los de Vidaluz Meneses (1944-2016), Ana Ilce Gómez (1945-2017), Michéle Najlis (1946), Gioconda Belli (1948), Daisy Zamora (1950), y la más joven de todas ellas, Yolanda Blanco (1954), autora del presente libro con el que llega por primera vez a los lectores españoles.

 

      La aparición de esta pléyade de escritoras en el panorama literario nicaragüense es un fenómeno inusitado. Se trata de muchachas provenientes en su mayoría de colegios de monjas, que irrumpen en plena adolescencia con una poesía desenfadada y desafiante, que rompe con los tabúes tradicionales impuestos a la condición femenina en la sociedad patriarcal latinoamericana, el primero de ellos el silencio, bajo el supuesto de que no es propio de la mujer escribir, menos sobre sí misma, y aún menos en celebración de su propio cuerpo.

 

      Yolanda, hija de un funcionario del Banco Nacional, ensayó sus primeros poemas cuando aún estaba en las aulas de secundaria del Colegio La Inmaculada en Managua, donde nació, y cuando comenzó sus estudios en la Universidad Nacional en León, los primeros de ellos aparecieron tanto en la revista experimental Taller, que dirigía su profesor, el poeta Ernesto Gutiérrez; como en La Prensa Literaria, que dirigía en Managua Pablo Antonio Cuadra. Su primer libro Así cuando la lluvia, apareció en 1974, a sus 20 años.

 

      Se había trasladado de regreso a Managua para seguir la carrera de Humanidades en la Universidad Centroamericana, cuando viajó a Francia en 1976 para seguir un curso de historia del arte en la Universidad de Touraine. A su regreso publicó en 1977 Cerámica sol, cuando el país entraba ya en la rebelión armada que terminaría derrocando a la dictadura de Anastasio Somoza en 1979.

 

      La guerra de insurrección, que le tocó vivir de cerca en León, adonde su padre había sido trasladado por el banco, está reflejada en su libro Penqueo en Nicaragua, del año 1981, toda una celebración de la lucha guerrillera juvenil. En plena guerra tuvo que emigrar con su familia a Venezuela, donde vivió hasta 1985, y es en Caracas donde se publica su libro Aposentos en ese mismo año. Veinte años después, la colección de poemas De lo urbano y lo sagrado, publicada en 2005 en Managua, ganó el premio Mariana Sansón, convocado por la Asociación Nicaragüense de Escritoras, ya cuando ella vivía en Nueva York, donde siempre reside.

 

      Esta antología Apariencia de árbol está formada por estos cuatro libros, o más bien por una selección de los cuatro, hecha por la propia autora; y es así como podemos ver este árbol de su poesía, crecido a lo largo de medio siglo, echar primero sus raíces juveniles y alzarse luego de manera frondosa a los vientos en el paisaje literario latinoamericano.

 

      A través de estas páginas el lector podrá examinar la aventura verbal de una mujer comprometida con las palabras, que desde sus tiempos de estudiante va ensayando reflejarse ella misma en el espejo de su país, de cuyo barro está formada su poesía. Primero, asentándose en su propio entorno natural, en lo que podríamos llamar un acercamiento telúrico, definido en el paisaje.

 

      Nicaragua, un país tropical de violentos contrastes, selvas nutridas en el Caribe, ríos caudalosos, llanuras ardientes, y una extensa cordillera volcánica en el Pacífico, no tiene más que dos estaciones en el año, la del verano seco y caluroso, y la de las lluvias, que determinan los ciclos agrícolas, y que en Nicaragua llamamos invierno.

 

      Y el invierno de aguaceros viene a ser el primer llamado que la naturaleza hace a las palabras de Yolanda, el agua nutricia que reverdece los campos y reverdece la vida, como lo vemos en su libro inaugural, Así cuando la lluvia, el agua lustral que es también una invocación a la sensualidad.

 

      Y de la sensualidad telúrica pasará en Aposentos a la sensualidad del cuerpo, la mujer que se descubre a sí misma como expresión de la naturaleza viva, la función fisiológica como una expresión lírica. 

 

      Se trata de una poesía muy nicaragüense, que trasciende el color local, y logra expresar una identidad literaria muy propia, valiéndose de la sonoridad de las palabras apuntaladas en la cadencia de las toponimias; y en su entonación lírica  toma cuerpo también la herencia ancestral de los cantos aborígenes que son invocados en la textura de los poemas, atrayendo todas esas voces antiguas hacia la modernidad.

 

      La madurez de su expresión poética llega con el libro que cierra esta antología, De lo urbano y lo sagrado, donde cada uno de los poemas que lo componen obra como una pieza de relojería, trabajada con afán experimental, pero de manera laboriosa, sin descuidos ni concesiones. Es una especie de ajuste de cuentas consigo misma, donde fluyen las vivencias del pasado, y las experiencias de la juventud vuelven delante de ella transformadas en experiencias verbales.

 

      Allí encontramos poemas memorables dentro de esa persecución constante de la palabra justa, sin la cual no hay poesía verdadera, y que yo apuntaría en poemas como Serenata con luna, un hermoso homenaje al músico Julio Max Blanco, su tío paterno, quien llegó a ser director de la orquesta más famosa de su tiempo en Nicaragua, y que llevaba su nombre.

 

      Hay que mencionar también el poema Al alimón sobre el cuerpo y la obra de Federico García Lorca; y, especialmente, De lo urbano y lo sagrado, el poema que da título al libro: la remembranza, contada como una crónica, de las estancias en Nueva York de los poetas nicaragüenses Rubén Darío, Salomón de la Selva, José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal, y la de la propia autora. Todo un itinerario memorable, cada uno enlazado en su propia historia, un siglo que va desde 1893, cuando Darío encuentra a José Martí en Nueva York, en viaje hacia Francia, hasta 1985, cuando Yolanda llega a asentarse, por extraño destino, en la “desarbolada sabana” de Gotham.

 

      Un destino, el de la poesía, el suyo, que se cumplen en su vida y a la vez en las palabras.

Cuadernos del Sur 
(Suplemento Cultural de Diario Córdoba - Sábado, 26 de Octubre de 2024 )
Concha García
( Poeta y crítica española)
​       Yolanda Blanco (Managua, 1954) es la más joven del grupo de ‘Las seis’ poetas nicaragüenses que produjeron su obra en la década de los setenta durante la Revolución Sandinista. Conocemos a Gioconda Belli, que se tuvo que exiliar y actualmente vive en España, y que ha sido reconocida por varios premios, entre ellos el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2023). Nos llega con menos publicidad la voz de Daisy Zamora (1950), que fue compañera de Ernesto Cardenal y viceministra de cultura. Del resto de este grupo de poetas apenas sabemos nada: Vidaluz Meneses, Ana Ilce Gómez, Michéle Najlis. El exilio las marcó a todas, como a Yolanda Blanco, que desde el año 1985 vive en Nueva York. Por primera vez se publica en España una antología de su poesía, ‘Apariencia de árbol’, prologada por el excelente escritor e intelectual opositor al actual régimen nicaragüense, Sergio Ramírez (Premio Cervantes 2018).  
      La identidad femenina recorre dicha obra. Ser mujer haciendo hincapié en un cuerpo que menstrua, que tiene capacidad para procrear, que con una sensualidad sin necesidad de demasiadas metáforas nos acerca a la celebración de la vida: «Sé que mes a mes hay un hijo que me sueña». Subrayar esta realidad no va contra nadie, su poesía se basa en una simbiosis entre cuerpo y texto. Es un acto político, porque la poesía de Yoanda Blanco, llena de neologismos, de palabras autóctonas, es un ventanal a la toma de conciencia: 
«Resbala/ en mi mano/ la gota que ayer/ recorría/ la palabra rocío».
      Desde que en 1974 publicara ‘Así cuando la lluvia’, continuó con los poemarios ‘Cerámica sol’ (1977), ‘Penqueo en Nicaragua’ (1981),

‘Aposentos’ (1985), ‘Lo urbano y lo sagrado’ (2005). Una muestra de todos ellos ofrece esta antología. Como dice Sergio Ramírez,

«se trata de una poesía muy nicaragüense, que trasciende el color local, y logra expresar una identidad literaria muy propia, valiéndose

de la sonoridad de las palabras apuntaladas en la cadencia de las toponimias». En efecto, logra atraer en sus poemas orales los cantos de su herencia ancestral, sobre todo el de las mujeres, mostrando una genealogía engarzada a través de los poemas. Al leerlos, sientes cómo palpita la naturaleza y resuena en su cuerpo. Y es que la poesía de Yolanda Blanco es una celebración de la Naturaleza tanta falta hace- identificándose con la mujer. Esta simbiosis no es común en la poesía española, donde la naturaleza no forma parte del cuerpo sino que se atisba desde el mismo a través de la mirada o del recuerdo. Son cantos a la vida y al agradecimiento, aunque simultáneamente late la necesidad de arrojar jarros de palabras a la situación política que se vive desde hace años. Leer la poesía de Yolanda Blanco también es una invitación a conocer las dictaduras que se ejercen en algunos países latinoamericanos, por ejemplo, en el poema «De lo urbano y lo sagrado», la poeta se trasmuta en otros poetas nicaragüense que vivieron en Nueva York, logrando plasmar una cronología literario-poética muy interesante: «Amigos, entre más crecida la oscurana afuera,/ más lumbre la lumbre nuestra». 

      Recomiendo la lectura de esta poesía tan diferente a la nuestra, hecha de canto puro, celebración ella proviene de una familia de músicos-, amabilidad sin rencor donde deja constancia de un discurso reivindicativo por una sociedad más igualitaria. La poesía alejada del narcisismo de la autoría. De la dimensión telúrica de esta obra, de la que apenas podemos decir que es una cata, pero una cata muy jugosa, se extrae una enseñanza y es la de sentirte parte de la Naturaleza, no en vano su mirada se acerca en los últimos años al taoísmo. El libro contiene también una serie de notas para ser consultadas ya que en sus poemas muchas palabras autóctonas no se comprenderían. 

Julio Valle-Castillo

(poeta y ensayista nicaragüense)

Yolanda Blanco: del júbilo infantil a la urbe

 

            La primera imagen de Yolanda Blanco es la de una niña saltando a la poesía y brincando en el corredor de su casa, jadeante, feliz, ante la lluvia. Su libro, Así cuando la lluvia evocaba aquellos versos del padre Pallais:

 

Yo saltaba de alegría

cuando la fresca lluvia de los cielos caía...

 

            El mismo candor, la misma frescura. Sus versos saltan y cantan como ella. Luego, como una alfarera, se puso a moldear y decorar su propio barro: Cerámica Sol, que la ubicaba en la tradición de la búsqueda del universo indígena, la tierra, el mito, el fuego. Penqueo en Nicaragua fue su tributo y adhesión a la poesía política y a la inminencia de la Revolución: penqueo, voz popular nicaragüense, que denota lucha, pleito callejero. Aposentos es el espacio íntimo y abierto donde se descubre mujer, hembra:

 

Hay arrugas en mi frente ahora

son del tiempo

del dolo

del tedio

            de hembra son.

 

            Donde pronuncia conjuros que evocan la escasa influencia de Mejía Sánchez, como este en la "Iniciación":

 

Y me dio esta oración

para decirla tan sólo

a las horas de la sangre:

 

Aprendo del menstruo

Forjo mi contigüidad con la luna

De la ubicua Tierra

arranco mi fuerza

 

 

Sé que mes a mes hay un hijo que me sueña.

 

            De lo urbano y lo sagrado es su libro de temprana madurez, en el que muestra y demuestra que la literatura se hace con literatura, con materiales sensibles e intelectuales. Ella ha venido elaborando desde la elementalidad infantil, la poesía indígena, la naturaleza femenina, pasando por mezclas de Pallais y Mejía Sánchez, Neruda y García Lorca, hasta la urbe, que ha sido el anhelado y buscado punto de hablada de la poesía moderna de Nicaragua, desde el modernismo, la vanguardia y la Generación Traicionada y sus coetáneos. La urbe de Yolanda Blanco también mezcla lo urbano, o sea, lo cotidiano con lo sagrado y lo sagrado se le torna, vía acto poético, cotidiano: en la cola del supermercado, la globalización, encuentros inesperados, direcciones domiciliares, resenmantizaciones del caligrama o de la poesía gráfica o concreta. Pero su urbe es poética, literaria; una relectura del exteriorismo: coloquial, narrativo y anecdótico. A través de las máscaras o personajes de la poesía nicaragüense, Yolanda Blanco residente en Nueva York, la urbe por excelencia, se rebela y se desvela, se muestra y se esconde: ella es Darío en Nueva York, rumbo a París, encontrándose con Martí; es Darío de regreso en 1914, rumbo al cementerio natal; es Salomón de la Selva en 1922, es Coronel Urtecho y Cardenal en distintas fechas, es ella en su poema cronológico, en la lógica poética de su tiempo, de su historia, de su tradición. Por eso es natural que se pregunte:

 

1985

 

Un extraño destino me trae a Nueva York.

Yo que he habaldo con los árboles y la lluvia,

yo nefelibata contenta,

¿qué hago en esta desarbolada sabana?

Tomado de:  El siglo de la poesía en Nicaragua

Neovanguardia: 1960-1980

Colección Cultural de Centro América, Serie Literaria no. 15, 2005

Jorge Eduardo Arellano

(Polígrafo nicaragüense. Entre sus principales obras cabe mencionar: El movimiento de la vanguardia de Nicaragua, Pintura y escultura en Nicaragua, Lecciones de Sandino, Historias nicaragüenses, Timbucos y Calandracas, Panorama de la literatura nicaragüense.)

 

 

El fenómeno más importante de esa década [1970] fue la consolidación de un coro de voces femeninas. Las jóvenes poetisas de que hablamos constituyeron un brote definido, originalmente amplio. [...] Es imposible prescindir de Yolanda Blanco, Rosario Murillo, Gloria Gabuardi y Christian Santos. La primera entró con buen pie a enfilarse entre esas trabajadoras del verso demostrando una sencilla pureza telúrica en Así cuando la lluvia (1974), una recreación del canto prehispánico en Cerámica Sol  (1977), un tributo a la lucha popular en Penqueo en Nicaragua (1981) y una revelación confesional en Aposentos (1985).

 

 

Tomado de: Antología General de la Poesía Nicaragüense, Ediciones Distribuidora Cultural, Managua 1994.

 

Steven F. White: St. Lawrence University, 1992

Steven F. White ha escrito Poets of Nicaragua: 1918-1979, Poets of Chile: 1965-1985 and The Birth of the Sun: Selected Poems of Pablo Antonio Cuadra 1935-1985. También tradujo Poeta en Nueva York de Federico García Lorca, publicado por Farrar, Straus & Giroux.

 

 

Tal como William Blake, la poeta nicaragüense Yolanda Blanco (nacida en Managua en 1954) demuestra en su obra poética un entendimiento profundo de cómo la inocencia y la experiencia son "dos estados contrarios del alma humana". Estos dos modos de percibir, además, deben iluminarse de una forma dialéctica, ya que la experiencia no es la negación de la inocencia, sino una coexistencia contraria capaz de producir una síntesis mayor basada en la visión de la imaginación humana hecha tangible a través de la poesía. Lo que importa es la tensión creadora en todo intento humano de resolver este diálogo de contrarios. La inocencia y la experiencia, según Blake, no se tratan de la niñez y su ausencia necesariamente, sino de dos zonas interpenetrantes o fronterizas de la vida humana entera. El movimiento entre la inocencia y la experiencia, tanto para Blake como para Blanco, acaba transformándose en una lucha radical para conseguir la liberación del hombre y de la mujer en términos sexuales, religiosos y políticos. Las dos agrupaciones que inventó Blake para sus poemas también se aplican a la obra de Yolanda Blanco que se puede analizar de la siguiente forma: Así cuando la lluvia (1974), Cerámica Sol  (1977) y Resistencia de árbol (1992) son cantos de inocencia; Penqueo en Nicaragua (1981) y Aposentos (1985) son cantos de experiencia [...] Hay, sin embargo, una diferencia fundamental entre los dos poetas. Blake sabe reconocer, describir y denunciar la injusticia social, pero parece no poseer la conciencia incendiaria necesaria para proponer soluciones a estos mismos problemas que destaca con tanta lucidez en un poema como "London". Peor todavía, es la interpretación factible de "The Little Black Boy" y "The Chimney Sweeper" como textos que carecen de ironía y que abogan por una aceptación pasiva de la injusticia y el sufrimiento. En cambio, la obra cíclica de Yolanda Blanco sí ofrece respuestas potenciales en la forma de alternativas radicales para reemplazar los antiguos y represivos sistemas políticos y religiosos, además de las normas injustas y poco egalitarias que predominan en las relaciones sexuales. El eje del movimiento de los cantos de inocencia de sus primeros dos libros a los cantos de experiencia de Penqueo en Nicaragua y Aposentos es la figura de la poeta transformada en sacerdotisa, voz vaticinadora , y maga mistagógica que afirma las doctrinas iniciáticas. El paisaje de Así cuando la lluvia y Cerámica Sol se transforma primero en los parámetros humanos de un país específico ("un pecho que continúa latiendo /al ritmo revolucionario") en Penqueo en Nicaragua. En este territorio definido se lucha por motivos morales contra "la bestia" apocalíptica que fue la tiranía somocista con la esperanza de reintegrarse (tal como se manifiesta en la obra de Blake) a un nuevo Edén. Los límites del sitio de la inocencia anterior y recobrada luego se extienden para convertirse en el origen del poder sagrado femenino en Aposentos: "De la ubicua tierra / arranco mi fuerza". La poeta, entonces, se encuentra "inmersa en firmes ciclos", con una clara conciencia de su "alquimia fundadora" y "lo alquímico del sexo". La base de su sabiduría se radica en el cuerpo femenino. La poeta expresa un gran conocimiento de su anatomía y de su realidad biológica vinculada a los grandes ciclos de la naturaleza con un lenguaje preciso y científico para poder afirmar su nueva identidad poderosa e independiente: "Yo/ déspota de mi flora silvestre". Así se logra sobrevivir el desencanto y el pesimismo de la experiencia. Es preciso, además, según la poeta, invocar la solidaridad espiritual de otras mujeres: Mujeres mías insurrectas / las Antígona, las Rafaela Herrera / las Luisa Cáceres  / Frunzan mi ceño / disconforme yo / názcanme.

 

Este nuevo espíritu que se propone en la obra de Yolanda Blanco abarca la sexual, lo político y también lo religioso como en "Oración", el último poema de Aposentos: En nombre del pubis /  y de los senos / y de la santa mente / crezca mujer / Amén.

 

"Resistencia de árbol", una serie de veinte y cuatro poemas breves, es una especie de regreso al paisaje de la inocencia de Así cuando la lluvia pero con una pureza lingüística mayor. Estos poemas, con su notable sutileza japonesa y su certeza infalible de tipo zen, demuestran una gran serenidad y paz interior. Hay un reconocimiento, sin embargo, de que el deseo de permanecer en la inocencia deshumaniza la experiencia convirtiéndola en una zona innecesariamente horrorosa y limitante en cuanto a la imaginación humana. La hablante lírica, después de abrirse un camino "dando con el mazo" en Aposentos, afirma su alianza trascendente con el mundo natural en Resistencia de árbol  Buscando la luz, / topo la oscuridad. / Resuelta a la oscuridad, /  salgo a la luz.

 

 

Tomado de la ponencia “La poesia de Yolanda Blanco: cantos de inocencia y de experiencia” presentada en Simposios en Nicaragua, Brasil y Chile.

 

Daisy Zamora

(Poeta nicaragüense. Ex Viceministra de la Cultura. Ha publicado los siguientes poemarios: La violenta espuma, En limpio se escribe la vida, Clean Slate)

 

 

     Hablar del natural funcionamiento del organismo de una mujer como mujer, supone desgarrar velos que cubren el “pudor” o la “moral” burguesa y, por tanto, los motivos se tornan subversivos. La subversión producto de la conciencia de ser mujer, sustenta plantarnos como mujeres: Gioconda Belli, por ejemplo, hace de un acto de reconocimiento una proclama: Y Dios me hizo mujer, / de pelo largo, ojos, nariz y boca de mujer./  Con curvas y pliegues y suaves hondonadas / y me cavó por dentro / me hizo un taller de seres humanos. [...] (“Y Dios me hizo mujer”). Asimismo, leemos en Yolanda Blanco: En nombre del pubis / y de los senos/  y de la santa mente / crezca mujer / Amén. (”Oración”) [...]

 

     Otras de las voluntades formales es el uso del léxico y habla nicaragüenses, en procura de la identidad nacional en nuestros poemas. Yolanda Blanco, en esta dirección, ha dotado de poeticidad su palabra sólo apelando a la fonética, al léxico y a la semántica indígena y popular:

Llueve en Teotecacinte / Cusmapa / en Tepesomoto / Cuspire / Saslaya. Grandes charcos cubrieron los caminos del Sinecapa / el Tule / Yaoya y Mayales. Si vas a Limay / llevá capote; / y también llueve en el Macuelizo / en Ciminguasca y Alcayán. / Todo es verdecito en Tisey/  en Totumbla. / Garúa en Güisisil. / Truena en Yeluca y Apají. / En Nandasmo temporal seguido. / Me he mojado en toda Nicaragua / ya llueve. (“Llueve”)

 

     Así, Yolanda Blanco enumera los insectos o salta de alegría adolescente ante la lluvia o el verano, nombra la tierra y desentierra objetos prehispánicos. Doncella, más que mujer, pero creando y poblando el mundo. El testimonio y la denuncia de la secular dependencia y sumisión de la mujer, son temas en los que Yolanda Blanco incursiona también con una poesía de protesta, transida de dolor e ira: Virgen de Acahualinca: / Torre Sitiada / Niña de Paraparos: / Nieve Poluta / Doncella de Sinaloa: / Rosa Violata. / Caen las muchas, las tantas / arrastran los yerros de lascivia verde/ las demencias enjauladas / la libido de maqueados maletines./  Y el llagado desgarre contra natura / la crudelísima sangre involuntaria / los pechos encogidos para siempre. / Ay cuánto! / Cuánto escupirlo! / Aherrojarlo. / Lapidarlo. (“Las rosas violatas”)

 

 

Tomado de: La mujer nicaragüense en la poesía (Antología), Ediciones Nueva Nicaragua, Managua, 1992.

 

Pablo Antonio Cuadra

(Poeta nicaragüense. Maestro de generaciones de poetas nicaragüenses. Director del diario La Prensa. Entre sus obras cabe mencionar: Canciones de pájaro y señora, Poemas nicaragüenses, El jaguar y la luna, Cantos de Cifar, Siete árboles contra el atardecer.)

 

 

     Aposentos de Yolanda Blanco --vivienda de una valiosa poetisa-- es uno de los libros de más calidad producidos por autor nicaragüense en este último quinquenio. Ella pertenece al grupo de poetisas que enriquecieron la República de poetas de los años sesenta de adelante. Desgraciadamente ha sido otra víctima del éxodo. Su último libro apareció en Venezuela donde se licenció en Letras. Ahora reside en los Estados Unidos.

 

Tomado de: ”La Prensa Literaria” junio de 1989, Managua.

Patricia Guzmán

(Poeta y ensayista venezolana. Directora de la página literaria de "El Universal", editora de la página literaria del Diario de Caracas. )

 

 

     Anais Nin ha advertido en sus completos ensayos sobre la feminidad que cierto sector --obviamente mujeres-- al asumir la escritura y, en especial, la escritura que recrea, que aborda el cuerpo (y/o la sensualidad/sexualidad), han ‘doblado’ la voz del ‘otro’, del hombre, en un afán de desparpajo que en vez de permitirle hacer escuchar su canto-aullido (como diría Michaux) la convierte en un eco del discurso que ha implantado la masculinidad.Pero la discusión no termina allí. Otros y otras se han debatido entre la existencia o no de una literatura femenina. de una ‘manera’ --incluyendo elementos formales-- de escribir propia de la mujer.Un buen sector, en el que destaca la escritora italiana, que nos visitara recientemente, Dacia Mariani, prefiere decir que existen mujeres que escriben y hombres que escriben y que cada uno maneja códigos distintos, sobre todo los referentes a la intimidad, a la subjetividad.

 

     En nuestro país, y en concreto, en lo referente a las jóvenes generaciones de poetas, esa discusión pica y se extiende. Se palpa una obsesión por definir dicho trabajo, por rotularlo. No obstante, Yolanda Blanco, poeta nacida en Nicaragua y residenciada en Venezuela por largos años, licenciada en Letras, ex integrante del Taller Calicanto, con estudios en Arte en la Universidad La Touraine, de Francia, más que entrar en la discusión va al papel y con plena conciencia asume que hay que exacerbar la realidad femenina “para que reviente, porque si bien han cambiado algunas cosas, porque si bien hemos tomado conciencia de algunas cosas, muchas siguen igual”.Y es que Yolanda Blanco se centra en ese tema --así lo confiesa-- respondiendo a una obsesión, a una gran necesidad. “Yo tenía que decir lo que he dicho en Aposentos. Quizá más adelante diga otras cosas”. Ciertamente Aposentos, libro recientemente editado en la Colección Plural del Pen Club de Venezuela, es un manifiesto. Un manifiesto hecho sin fórmulas, pero innegablemente escrito por una mujer. Nunca se diría que ese libro --comenta-- lo escribió un hombre. Y más que decir que es una escritura femenina podría decirse que es hasta feminista. Yolanda Blanco dice feminista para explicitar el carácter cuestionador del mismo, el carácter de testimonio social que allí se recoge. Al respecto agrega que la lucha está planteada, porque “la mujer busca definirse como busca el continente definirse. Se están como reestableciendo las relaciones hombre-mujer. La mujer se masculiniza, en el buen sentido, y el hombre se feminiza. La esperanza es que ambos ganen en este proceso”. Por ello dice, al cierre de uno de sus poemas: “Para ser un mundo/ cuentas conmigo./ Para hacer otro mundo/ cuento contigo”.

 

Tomado de "Aposentos: El cuerpo para nombrar a la mujer”, “El Universal”, Caracas, 1985.

 

Fanor Téllez

(Poeta nicaragüense. Subdirector de la Revista de Cuadernos Universitarios de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, León, 1974-1977. Entre sus poemarios figuran: La vida hurtada, Los dones del peregrino, El sitial de la vigilia.)

 

 

     Después de una errática publicación de poemas primerizos en la revista universitaria Taller, No. 6 de 1971, Yolanda Blanco publicó Así cuando la lluvia, un cerrado y unitario poemario pluvio-céntrico y arbóreo, que la sitúan dentro de la calidad y línea de la poesía patria. Su poesía es el gozo de la criatura que percibe el mundo con pureza de corazón y vida de tan nueva que no tiene pasado, sólo la vecindad breve de la infancia y la adolescencia que recién termina. Su lenguaje mismo es de doncella en fiesta con la naturaleza, una comunión con ella antes de la manzana y los querubines guardando el jardín y el remolino de fuego lanzando rayos. Su actitud está hermanada a la del seráfico de Asís que predicaba a los pájaros y cantaba al sol y al agua como por mandato evangélico, en recaptura o asalto, por la gracia, al jardín de los orígenes. Aquí la lluvia, los nombres de la tierra, nombres de muchachos tímida pero alegremente mencionados; aquí los árboles y las plantas y los frutos y las hojas y las flores; aquí los insectos y el verano; aquí las aves; aquí la amistad; aquí la música y las orquestas. Aquí Yolanda.

 

 

Tomado de: Poesía escogida de mujeres nicaragüenses, Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, León, 1975.

 

Franklin Caldera

(Critico de cine y poeta nicaragüense)

     

 

      En otras épocas y culturas, hubo grupos de mujeres que destacaron como escritoras: las poetas de la isla de Mitilene en Grecia; las Damas-poetas de la Corte de Japón en Kioto, durante la Edad Media… En la literatura occidental, encontramos ejemplos aislados de grandes escritoras que proyectaron sus voces solitarias desde entornos dominados por hombres. Algunas con mucho éxito, como Gabriela Mistral, primer hispanoamericano que obtuvo el premio Nobel de Literatura. El movimiento de las poetas nicaragüenses surgido en las décadas de 1960 y 1970 fue novedoso por la posición dominante que ocuparon y continúan ocupando en nuestra literatura sus integrantes. Actualmente, la mejor poesía nicaragüense la están escribiendo mujeres, tanto las que viven dentro como las que viven fuera del país. Varios libros publicados en los años 70 consolidaron la importancia de la poesía escrita por mujeres en Nicaragua: Sobre la grama de Gioconda Belli, tuvo gran impacto al describir sin ambages la toma de conciencia de su propia feminidad biológica; en Llama guardada Vidaluz Meneses exploró y cuestionó el papel de la mujer urbana en la sociedad, mientras que con Las ceremonias del silencio y He dado a luz mi muerte, Ana Ilce y Ligia Guillén, respectivamente, siguieron una línea más introspectiva. En Así cuando la lluvia, Yolanda Blanco, la “cumiche” del grupo, inauguró el tema de la identificación de la mujer con los fenómenos naturales.En su tercer libro, Aposentos, publicado en 1985 en Venezuela, Yolanda fusionó las propuestas mencionadas y asumió el papel de la mujer como co-creadora con la Naturaleza, evocando a las diosas de la Fertilidad en las religiones antiguas, como Deméter en la mitología griega o Hertha, la Madre Tierra de los germanos. Como persona de su tiempo, Yolanda escribe en verso-libre, pero sus textos no están contaminados por esa tendencia al prosaísmo, al coloquialismo y al exteriorismo frecuente entre sus contemporáneos; sus poemas son poesía pura: declamables y musicalizables. Ella misma sacó un disco compacto denominado “Nonantzin”, en el que convierte en canciones obras de algunos de nuestros mejores poetas, incluyendo un poema suyo musicalizado por su tío, el recordado Julio Max Blanco (a quien Yolanda dedicara su poema “Serenata con luna”). En la última década, ha cultivado una poesía de gran aliento y complejidad que la sitúa a la altura de dos de sus maestros favoritos: Salomón de la Selva y Joaquín Pasos. El resultado de este trabajo reciente es el presente libro, De lo urbano y lo sagrado, que contiene también poemas de años anteriores, para darnos una visión de conjunto de la obra de su autora. El poemario obtuvo el *Premio Mariana Sansón 2005. El Jurado “valoró la variedad de registros temáticos y estilísticos, la madurez en el dominio de recursos literarios y la alta calidad formal”.El poema que da título al libro recrea estampas de la vida de algunos escritores nicaragüenses (Darío, Salomón, Coronel, Ernesto Cardenal) en Nueva York, donde Yolanda reside actualmente, además de expresar en términos poéticos su propia filosofía personal. La poeta habita un mundo particular, donde el crecimiento espiritual y el quehacer literario se alimentan constantemente. La lectura de este nuevo poemario es una invitación a participar de ese mundo.

 

* Convocado por ANIDE.

 

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